El código de barras lineal fue el distintivo que llevaban los productos importados de Occidente durante el periodo comunista, y ha quedado en la memoria colectiva como el signo de un mundo entonces inaccesible.
Los quince relatos agrupados bajo el mismo título presentan un fresco social e íntimo recorriendo la vida húngara durante el periodo del llamado «comunismo de gulash». Sagacidad, ironía, dolor y un poco de nostalgia por lo perdido son el material de Krisztina Tóth para historias de amor, desencuentros y remembranzas infantiles.
Curiosamente los adultos hacían lo mismo: trataban con un devoto respeto todos los objetos que procedían de Occidente; mi tío, por ejemplo, guardaba las latas de cerveza vacías en filas encima del armario de la cocina, como si los soldados multicolores de las Gösser y las Heineken victoriosas nos hubieran traído algo de aquel mundo inalcanzable, emocionante y fúlgido en el que mujeres perfumadas y coches se deslizaban por calles llenas de anuncios multicolores.